lunes, 23 de mayo de 2011
El grito del dolor
Un día me levanté creyendo haber tenido una genial idea. Pensé que si corría muy rápido, mucho más de lo que corren los dolores, conseguiría dejar atrás a mi inquilina, Sra. Lágrima. Así que, respiré hondo, y eché a correr con todas mis fuerzas. Cuando me faltaba el aire y mis músculos ya no me respondían, paré para recuperarme. Fue entonces cuando me di cuenta de que tanto esfuerzo había sido inútil porque, no sólo el dolor continuaba allí, sino que, además, había llamado a la soledad y a la solidaridad.
Eso ya fue el colmo. Seguro que aquello era contagioso y me lo había pegado alguien de esos que piensan en los demás, últimamente había demasiados, así que decidí ir al médico. El diagnóstico del doctor fue tajante, el dolor no tiene cura. Si me visita, nunca se marcha así que el tratamiento pasaba por aprender a convivir con el, algo, por otra parte, tremendamente sencillo porque sólo hay que saber escucharle...... O al menos es lo que dicen.....
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